Ubicado en el noroeste de la ciudad de Concordia, y en el marco imponente que le brinda un parque natural de 70 hectáreas, se encuentra el Palacio San Carlos, envuelto en leyendas y mitos que construyeron su propia identidad, generando un atractivo para los vecinos de la ciudad y para el turismo que llega hasta allí.
El Palacio comenzó a ser restaurado pero sin reconstruir lo perdido, como una forma de respetar la imagen del edificio que ya se había incorporado a la memoria colectiva.

A la hora de encarar la restauración del Palacio San Carlos, un hito del patrimonio construido de la ciudad de Concordia, Entre Ríos, los responsables del proyecto estructuraron su labor en torno a una pauta central: conservar la materialidad de la obra sin reconstruir las partes perdidas. Esto se hizo en parte por la falta de información al respecto pero también por la voluntad de respetar la imagen que del edificio que se encontraba incorporada a la memoria de la ciudad. Trabajando con materiales contemporáneos y siempre enfocados en lograr intervenciones mínimas, el equipo de trabajó logró mantener la estética del conjunto y a su vez reparar los daños a la estructura que representaban riegos para la seguridad del visitante.

Los procedimientos más importantes a resolver fueron la limpieza y la consolidación de los muros. Así fue que se removieron los grafittis y la vegetación que había proliferado por todos los rincones del edificio. Se plantearon recorridos internos del palacio mediante pasarelas metálicas y escaleras en las alas laterales, vinculando las distintas plantas. Estas estructuras nuevas se apoyaron sobre pilotes y no entraron en contacto con la construcción original. Los mampuestos solo fueron completados en los casos en que peligraba la estabilidad del conjunto.

Un elemento a destacar fue el seguimiento arqueológico que se hizo como parte del registro de obra. En este escenario, la apertura de pozos de sondeo permitió conocer el potencial arqueológico del sitio y recuperar restos materiales que se hallaban enterrados. Además se realizó la recolección de materiales ubicados tanto en superficie como en los montículos que contenían material de derrumbe recuperado y reutilizado en la obra. Como resultado de esta investigación se recuperaron diversos restos culturales que incluyeron fragmentos de loza sanitaria, restos de frascos y botellas de vidrio y de vajilla de loza blanca, botones de nácar, etc. A esto se sumaron diversos elementos constructivos metálicos del propio edificio (herrajes de puertas y ventanas; clavos, tornillos y bulones, bisagras), el mango de hueso pulido de un cepillo de dientes y un cairel de una lámpara antigua.

La historia del castillo

En el año 1886, llega a la Villa de la Concordia, un noble francés, acompañado por una bella actriz, el Conde Eduardo De Machy, hijo del banquero Carlos De Machy. Luego de montar la fábrica de conservas y por una incidencia que se planteó con las autoridades con respecto a los desperdicios de su fábrica, el Conde busca un paraje al que llamó San Carlos, donde en el año 1888 hizo construir el Palacio que le serviría de alojamiento, empleando materiales de la región. Al mismo tiempo levantaba su nueva fábrica de conservas, como así también una de hielo (la primera en la Argentina).

Poseía un taller de herrería artística, donde se modelaron y construyeron los elementos de hierro y enrejado de estilo gótico que aún se pueden apreciar en el palacio. En 1891, desaparece el Conde De Machy con su dama. Nunca más se supo de él. Los señores R. Coulón y Cía. se hacen cargo de la existencia de San Carlos hasta que en 1893 deciden regresar a Francia. En 1916 contrabandistas sustrajeron todas las máquinas del lugar. En 1926 una familia de Concordia fue a vivir allí: los Fuchs Valon con sus tres hijos, dos mujeres y un varón.

La construcción de ésta casona de campo era de estilo señorial. Las iniciales de su propietario y la fecha de construcción se leen en el portón de acceso al patio posterior. Cuenta con dos plantas y un subsuelo, siendo la parte superior la que ocupara la familia como vivienda y la inferior sobre la derecha estaba destinada a las habitaciones de servicio. Sobre la izquierda está ubicada la biblioteca y la sala de conferencia. El ingreso posterior presenta un puente, y debajo del mismo se hallaban las caballerizas y el taller de herrería artística. En el subsuelo está la caldera, y en el mismo lugar se observa la entrada a los túneles de salida de emergencia hacia la costa del río Uruguay. En septiembre de 1938 fue incendiado y se convirtió en lo que es hoy, Las Ruinas del Castillo de San Carlos.